CARACAS, Venezuela.- Los habitantes de Venezuela soportan el racionamiento del servicio de agua potable, y en algunas zonas una pésima calidad del líquido, pese a que este territorio es bañado por 520 ríos de gran longitud.
Uno de ellos, al que Julio Verne llamó “soberbio Orinoco”, es el tercero más caudaloso del mundo, después del Amazonas y el Congo, con centenares de afluentes en una cuenca de casi un millón de kilómetros cuadrados que desemboca en el océano Atlántico.
No es un problema solo de sectores populares: en el barrio de clase media de Chacao, la abogada Nuria García, luego de cuatro días bañándose con un pequeño cubo, montó “una emboscada” al servicio y regresó a casa un poco más temprano. “Había agua en la regadera.
Desde 2008 Venezuela se ufana de haber alcanzado una de las Metas del Milenio en acceso al agua potable, con una cobertura de 96 por ciento de sus 30 millones de habitantes.
Pero en 2003, 2009 y ahora en 2014, con el vaivén de los fenómenos oceánicos y climáticos El Niño y La Niña, que se originan en el Pacífico Sur y afectan el régimen de lluvias, grandes sectores de población urbana y rural constatan que los tubos no traen agua, o lo hacen muy espaciadamente, o es de color marrón por la arcilla, o verdosa por la materia orgánica.
En el centro-norte, donde están el lago de Valencia (de 344 kilómetros cuadrados) y la ciudad industrial del mismo nombre, los vecinos que cierran vías en protesta por la escasez de agua coinciden con los que lo hacen por la mala calidad del líquido.
El nivel del lago de Valencia creció cinco metros en los últimos años, invadió 10.000 hectáreas de terrenos y afectó barrios de la ribereña ciudad de Maracay. Ante el peligro de mayores inundaciones, el Ministerio del Ambiente y las empresas hídricas estatales decidieron trasvasar parte de sus aguas al embalse regional Pao-Cachinche.