Hace veinte años las Naciones Unidas definieron que el día 22 de marzo de cada año se celebrara el Día Mundial del Agua. Aprovechando la ocasión, y que muchas actividades se realizaran en esta semana en los diferentes estados de la República y en todo el mundo, vale la pena hacer un recuento de las condiciones en las que se encuentra este recurso natural a partir de diversos reportes globales.
Nadie duda que se trata de un elemento esencial de todas las formas de vida y de que es un motor del desarrollo. Sin embargo, no se reconoce la importancia que tienen los ecosistemas dulceacuícolas y marinos para garantizar la calidad y cantidad de agua que necesitan tanto los propios ecosistemas para mantener su estado de salud apropiado, como las sociedades para desarrollarse.
La sobreexplotación y contaminación de los ecosistemas acuáticos disminuye la cantidad y calidad del agua. La extracción de agua a nivel mundial se ha triplicado durante los últimos 50 años y han aumentado las regiones con estrés hídrico, es decir, aquellas en donde la demanda de agua subterránea y superficial rebasa al suministro. Esta situación se agravará por el incremento de más de 2 mil millones de personas que habitarán el planeta en el añoo 2050.
La agricultura es la actividad productiva que mayor presión ejerce sobre este recurso. Los volúmenes destinados para el riego son insostenibles y la práctica es muy ineficiente ya que la mayor parte del agua que se extrae se pierde durante el proceso de riego. Entre 1960 y 2000 se duplicó la extracción de agua subterránea provocando la sobreexplotación de millares de acuíferos. Lamentablemente, estas tendencias de deterioro siguen incrementándose y no se ven perspectivas de reversión.
La acumulación de fosfatos y nitratos provenientes de los fertilizantes agrícolas y efluentes de drenajes ha disminuido la biodiversidad de los ecosistemas acuáticos, tanto de agua dulce como marinos, creando zonas muertas, lo que reduce o elimina la productividad pesquera y afecta a otras fuentes de ingreso como el turismo. En el caso de los arrecifes de coral, la contaminación, aunada al cambio climático, está alterando fuertemente la composición y funcionamiento de estos ecosistemas que son los más biodiversos de los ecosistemas acuáticos.
El cambio climático está provocando un incremento en la intensidad y frecuencia de los fenómenos hidrometeorológicos extremos -sequías e inundaciones-, con pérdidas de miles de vidas humanas y miles de millones de dólares anuales. Entre 1980 y 2000 se registró un incremento de 230% en el número de desastres por inundaciones y de 114% en el número de personas expuestas. Además, 95% de las muertes relacionadas con estos fenómenos ocurridos entre 1970 y 2008 fueron de habitantes de países en vías de desarrollo. En cuanto a las sequías, Éstas aumentaron 38% entre 1980 y 2000. Las comunidades campesinas que dependen de la lluvia para sus cultivos y que producen cerca de 70% del volumen de alimentos mundiales son las más afectadas. Se pronostica que en el hemisferio norte y en las zonas ecuatoriales las precipitaciones aumentarán, mientras que las zonas Áridas y semiáridas se volverán más secas.
Como se desprende de estos diagnósticos globales, el problema del recurso hídrico en el planeta es crítico y resulta urgente acelerar las medidas económicas y jurídicas para dotar a la población de los servicios necesarios para alcanzar su bienestar. Estas medidas las tienen muy claras los gobiernos de todas las naciones; su implementación depende de las posibilidades económicas y de la voluntad política para atender estos temas. Pero lo que no se ha asumido todavía es el vínculo de la seguridad del agua con la necesidad de conservar y restaurar los ecosistemas acuáticos para garantizar la salud de éstos y, con ello, la generación de los servicios ambientales que benefician a la sociedad.