AGENCIAS.- Agua, jabón y fricción. Los componentes básicos del proceso con el que lavamos la ropa no han cambiado mucho a lo largo de los siglos. Sí que lo ha hecho, en cambio, la tecnología con la que realizamos ese proceso: de frotar trabajosamente a la orilla de un río a lavadoras modernas con distintos programas según la cantidad y el tipo de prendas a lavar.
Las lavadoras son, uno de los inventos surgidos en el siglo XX que transformaron a las sociedades occidentales. Algunos economistas incluso aseguran que su capacidad para ahorrar tiempo en las tareas domésticas fue uno de los factores que ayudó a las mujeres a salir al mercado laboral.
Aunque nadie discute su importante papel a la hora de mejorar nuestra calidad de vida, la lavadora tiene también un lado negativo: es el electrodoméstico que más agua consume, y uno de los que más energía necesita. Y, según Jonathan Benjamin, ni siquiera es muy eficiente.
Cualquier proceso de lavado moderno es el resultado de la combinación de la acción mecánica sobre la ropa, la acción química de los detergentes y la temperatura del agua para activar esta reacción. Cuánto más movimiento, más detergente y más alta es la temperatura, mejor es el resultado. Además, se añaden grandes cantidades de agua para que la suciedad quede en suspensión y sea eliminada al enjuagar las prendas.
“Lavar la ropa en la lavadora es como intentar limpiar la ropa dándole un baño”, asegura. Benjamin es el director para Estados Unidos de Xeros Cleaning, una empresa dedicada a la fabricación de equipos de lavandería. Esta compañía ha desarrollado una nueva fórmula de lavado, que asegura ser mucho más eficiente y reducir el consumo de electricidad, detergente y, sobre todo, agua.
En concreto, reduce la cantidad de agua necesaria en un 72%, hasta funcionar con el equivalente a un vaso grande de agua. En cuanto a la energía necesaria, que se utiliza sobre todo para calentar el agua, se reduce en un 47%.
Un polímero que atrapa la suciedad
El secreto está en unas pequeñas bolitas de plástico que se introducen en la lavadora junto con el agua, el detergente y las prendas sucias. Su función es restregarse contra la ropa con el movimiento de la máquina y absorber directamente la suciedad de las telas.
El plástico del que están hechas es un polímero especial, desarrollado por Stephen Burkinwhaw, químico de la Universidad de Leeds. Su idea inicial era crear un material plástico que ayudase a tintar prendas de forma más eficiente. En un momento de inspiración, se planteó la posibilidad de revertir el proceso, lo que destintaría la tela.
Empezó experimentando con polímeros de nylon, ya que tienen una polaridad inherente que hace que atraigan las manchas. El producto final son bolas de plástico, de apariencia parecida al arroz, formadas por cadenas poliméricas que se expanden en la presencia de agua, atraen las partículas de suciedad y vuelven a contraerse atrapándolas en su interior. Además, multiplican la fricción contra la tela, reduciendo el tiempo y la temperatura de los ciclos de lavado.